Casi frente a la Quicken Loans Arena, un inmueble que se
cimbra entre noviembre y abril como casa de los Cavaliers, hay una muestra de la
dura realidad, aherida sobre una pared.
Harry Buffalo es uno de los
restaurantes del centro de Cleveland que, para mantener sus puertas abiertas,
depende en buena medida de la multitud devoradora de hamburguesas, que llega a
ver los partidos de la NBA. El gerente de operaciones John Adams colocó afuera
de la cocina un reporte que sacó de internet para que sus meseras, cantineros y
cocineros lo leyeran.
Con un rotulador amarillo marcó las noticias
sombrías sobre el estancamiento de las negociaciones laborales en la NBA para
que se enteraran sus empleados, algunos de los cuales podrían pronto perder su
trabajo si no hay un arreglo en el conflicto.
Es aquí donde el paro
laboral golpea en casa, y golpea fuerte.
"Es duro", dijo Adams, echando
una mirada a la arena. "Tengo tres madres solteras en el personal de camareras y
dos padres solteros en la cocina. Tengo que pensar en sus 11 hijos. Es doloroso
cuando está fuera de mi control, cuando tengo que pensar primero en el negocio y
decir que no puedo tener 15 camareros en el personal porque no tenemos el
negocio".
Esta semana, la NBA canceló su pretemporada. El lunes, el
comisionado David Stern podría cancelar también las dos primeras semanas de la
campaña regular si sus millonarios jugadores y propietarios aún más adinerados
no pueden ponerse de acuerdo sobre cómo dividir los ingresos y sobre el tope
salarial.
Claro, los jugadores están temporalmente sin trabajo y deberán
buscar la manera de mantener a punto sus habilidades. Pero Kobe Bryant tiene el
lujo potencial de poder firmar con un equipo italiano para hacer eso, obteniendo
un salario alto hasta que se resuelva la contienda laboral.
Otros no son
tan afortunados.
La pérdida de un partido, y peor aún, de 10, o quizá de
todos (82), tendrá un impacto devastador en trabajadores con empleos que
dependen de la temporada de seis meses del baloncesto profesional. Algunos
equipos ya han recortado su personal y podrían ocurrir más despidos pronto si
las discusiones van para largo. Además están quienes no trabajan directamente
para un equipo de la NBA, pero que dependen de la efervescencia que trae la liga
a su ciudad.
Acomodadores, personal de seguridad, encargados de
estacionamiento, concesionarios, trabajadores de restaurante y otros, han visto
reducidas sus horas de trabajo o se han unido a los 14 millones de desempleados
del país.
"Sí, financieramente estoy preocupada", dijo la camarera
Jeannette Lauersdorf, una madre soltera de dos hijos, quien en una tranquila
tarde de miércoles está atendiendo a seis clientes en tres mesas dentro de Harry
Buffalo. En una noche en la que juegan los Cavs, el lugar tiene una lista de
espera de 30 minutos para obtener una mesa.
"Tenemos facturas por
pagar", señaló Lauersdorf.
Los nervios, ya desgastados en una economía
deteriorada, se están irritando.
Al igual que durante la disputa laboral
de la NFL, ciertas ciudades alrededor de la liga padecerán más la carga que
otras hasta que la NBA entre en acción nuevamente. Mercados como Orlando,
Memphis, Salt Lake City y Portland, al no contar con otro ingreso generado por
una franquicia grande de deporte profesional, podrían enfrentarse a un invierno
largo.
En este punto no se sabe cuánto durará el paro, pero el
subcomisionado de la NBA Adam Silver proyecta pérdidas de "millones de dólares"
si se cancelan las dos primeras semanas de la temporada regular.
"Hemos
dedicado mucho tiempo a que nuestro personal analice esos escenarios de partidos
perdidos", señaló Silver. "El daño es enorme, será enorme".
Memphis
podría experimentar un impacto similar si el paro se extiende.
Los
Grizzlies, una escuadra joven, cautivaron a la ciudad la temporada pasada con su
llegada a los playoffs. Los seguidores se arremolinaban en el Foro FedEx y en la
bulliciosa calle Beale para celebrar cada victoria de postemporada, y existía la
esperanza de que hubiera festejos similares en abril, mayo y quizá hasta junio.
El equipo reporta que las ventas de entradas son buenas. Pero los
billetes de acceso carecen de valor si no hay temporada.
Aunque el ánimo
en Harry Buffalo es bueno y hay esperanzas de que el paro se termine, varios
empleados hacen planes, por si acaso. Algunas meseras han tomado turnos en otros
lugares, dijo la gerente Caitlin Cassidy.
"También es difícil para
nosotros", dice. "¿Quién va a querer trabajar aquí si no hay clientes? Siempre
le digo a los que buscan empleo que las rachas buenas compensan a las malas.
Pero ahora quizá ni siquiera haya buenas rachas". /AP
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